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Observador Sexual: Oficinista de día, masajista de noche

“¿Verdad que nunca pensarías que soy lo que soy, si me vieras en la calle?” me dijo David, al final de nuestra entrevista. Él se gana la vida de una forma inusual.

Yo sólo le sonreí y seguimos caminando. Vestido de manera muy formal -como hombre de negocios- y portando su ´tablet´, nadie diría que es un “masajista erótico”.

David no es su verdadero nombre, es un pseudónimo que le puse, ya que obtiene la mayor parte de su ingreso dando masajes para hombres. Él mismo no se define como trabajador sexual, pero a veces también da servicio extra a sus clientes; desde besos y sexo oral hasta sexo anal. Tiene 26 años y es Filipino.

En Filipinas, así como en muchas partes de Asia, es muy común encontrar a hombres como David ofertando su trabajo como “masajista” en páginas webs, Facebook y/o en aplicaciones para hombres que tienen interés sexual en otros hombres, como Grindr.

Cuando le pregunté a David, que se define como bisexual, por qué empezó a trabajar como “masajista erótico”, la respuesta fue: Dinero. Cuando le pregunté si disfrutaba hacer lo que hace, exclamó: “¡Claro que no!”.

Dos tipos de trabajo

Proveniente de una región del norte de Filipinas, se mudó a Manila hace algunos años. Trabajó como mesero en un centro comercial por 3 años, y después se volvió supervisor de ventas, pero por un problema que tuvo con la compañía, renunció y entró a trabajar a un “spa erótico”. Después de un mes de estar en el spa, decidió volverse independiente como “masajista erótico” por las noches, mientras que de día mantiene un trabajo en una oficina de bienes raíces.

David hace 2 ó 3 masajes al día. Si sólo lo hace en shorts, cobra 500 pesos filipinos la hora (aprox. 12 dólares americanos). Si hace el masaje desnudo, puede llegar a cobrar 3000 pesos filipinos (aprox. 70 dólares americanos). El precio que cobra también fluctúa dependiendo del cliente. Me dijo que una o tal vez dos veces al mes hace servicios “extras”, en donde sus clientes le hacen sexo oral o él les hace sexo oral; con algunos llega a tener penetración anal.

Ser “masajista erótico” le da más dinero a David de lo que gana con su trabajo de día y esto le facilita apoyar económicamente a su madre y a sus hermanos menores.  Sus clientes son muy diversos en términos de edad; tiene uno de 18 años hasta uno de 60 años.

El 80% de sus clientes son  extranjeros.

Cuestión de confianza

Cuando le pregunté si alguna vez ha pensado en los peligros que implica visitar a desconocidos para realizar este tipo de trabajos, David me dijo: “Realmente no tengo miedo. No tengo problemas de confianza. Confío en las personas.”  Empero, él busca que los encuentros sean en departamentos o en hoteles, y no en casas, ya que suele ser más arriesgado.

Así también, admite que está buscando dejar ese trabajo pronto, ya que se encuentra con muchas tentaciones, como clientes que le ofrecen más dinero por tener sexo sin condón.

Estas “tentaciones” no sólo son realidad para David, sino para muchos otros trabajadores sexuales de Filipinas.  El reporte de progreso en la respuesta al VIH/SIDA en Filipinas de 2014 menciona que en el 2011 se encontró, a partir de una muestra de 601 trabajadores sexuales masculinos, que sólo el 55% de ellos usó condón con su último cliente.

Víctima de abuso

Al preguntarle cuál fue su primera experiencia sexual con un hombre, David me platicó que cuando tenía 14 años fue abusado sexualmente por un hombre de 40 años que vive en el pueblo de donde es originario.

Me dijo que es algo común para los niños y jóvenes que viven en su pueblo ser abusados sexualmente por ese mismo hombre. Incluso sus hermanos han sido abusados por él, y aunque es un secreto a voces entre los vecinos, nadie ha hecho nada para detenerlo.

Que nadie se entere

Por último, al hablar sobre su vida sexual personal, David me contó que está saliendo con un hombre del cual está muy enamorado,  pero me confesó que este hombre no sabe que él se dedica a dar “masajes eróticos”. Su mayor miedo es que se entere, porque lo más probable es que no lo entendería.

El tabú y la poca comprensión que existen en torno a los trabajadores sexuales contribuyen a su invisibilidad social y vulnerabilidad en términos de salud y derechos sexuales. No es gratuito que David se vista como se vista para aparentar que es un hombre de negocios. Lo último que se atrevería a admitir es que su ropa y su ´tablet´ son producto de muchas noches de desvelo como “masajista”.

¿Qué te parece la historia de David?¿Crees que su caso podría estar sucediendo en otras partes del mundo, como en Latinoamérica? ¿Qué le recomiendas hacer, continuar o buscarse otra fuente de ingreso? Deja tu comentario aquí escríbenos en Facebook.

Puedes también contactarte con Antón Castellanos Usigli en su blog Sexual Observer y en Twitter 

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Recent Comments (1)

  1. pienso q cada quien lleva su
    Pienso que cada quien lleva su vida de la forma que quiere, si David decidió eso, muy bien. sólo que debe cuidarse, no es fácil a todo lo que se expone… si yo tuviera la oportunidad, y si necesitara dinero, lo hariiaaa.

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