Huevos estrellados con dos salchichas al lado. — unsplash.com

Los huevos del novio de su hija

By Diego Arguedas Ortiz on 28 marzo, 201317 febrero, 2022

En algún momento de cada relación, que dura lo suficiente, llega la primera vez que amanecen uno junto al otro.

Puede ser en una habitación de hotel, en la casa de montaña del mejor amigo o en la cama de ella, que como es individual apenas caben, pero qué importa.

Lastimosamente no es normal que el escenario de la confirmación de tu relación sea la casa propia, considerando que la gran mayoría de los jóvenes latinos todavía vivimos con nuestros padres. ¿Qué tan fácil es conseguir permiso para que tu novio duerma en tu casa? Prácticamente imposible.

Primero, tenemos que comprender la distancia generacional. Nuestros padres vivieron su juventud en una época en que las primeras salidas eran con chaperones y las visitas se hacían en la sala de la casa. Eran tiempos difíciles y es natural que repliquen algunas de esas prácticas. Por eso es importante no perder de vista su contexto.

Ahora, más allá de esta consideración, he intentado ponerme en los zapatos de quienes se oponen a que el novio o la novia del hijo duerma en casa. La primera razón me parece lógica: para evitar que tengan sexo, no en sentido malvado de ‘quiero que mi hija sea infeliz’ sino una reacción instintiva. Pero esto me parece inútil. Si una parejita joven tiene ganas, se pueden escapar cinco minutos al baño del centro comercial o a un cuartito oscuro en una fiesta de amigos. Si los hijos están empeñados en tener sexo, poco pueden hacer los padres.

La segunda razón que encuentro lógica podría ser proteger al hijo. Estamos hablando de los tipos que se han matado para que llegues a los 18 años en una pieza y con todos los dientes, claro que se van a preocupar si no les suena tu pareja. Más allá de compartirlo o no, lo comprendo. Si al mes de salir con un hombre que le dobla la edad tu hija te dice que él duerme en su cuarto, ni yo le permito un pie en la casa (tal vez sea más problema al final, pero sería mi reacción).

El problema con esta carta de ‘protección’ es, de nuevo, que hay que saber jugarla por el mismo problema de la parejita con ganas. Pero de nuevo, es comprender a los papás. Pensar que el bebé que hace unos años le enseñabas a atarse los cordones ahora estará abriendo un paquete de preservativos debe ser un golpe duro.

Lo interesante es que yo creo que la mayoría de los padres y madres allá afuera -o en el cuarto de al lado, si estás en tu casa- entienden esto. Ellos saben, porque tuvieron nuestra edad, que si no hay espacios para pasar una noche juntos, pues se hacen.

La necesidad es la madre de la inventiva.

O yo asumo que lo saben, asumo que comprenden que una relación que lleva un buen tiempo (digamos un año, al menos) no está desprovista de contacto físico, que escalando puede llegar al sexo. Pero puede que no, tal vez me equivoque. Aun así, parto de mi suposición de que los padres saben que, si uno cierra todas las puertas y ventanas, el novio entrará por la chimenea o su hija saldrá por la puerta del gato.

Entonces no es un tema de si mi hija o hijo tiene sexo, o si el tipo vale la pena, yo creo que va más allá. Es un asunto de el-qué-dirán si saben que en mi casa duerme mi hijo con su novia. En otras latitudes, por ejemplo en Europa, es totalmente natural que los novios pasen la noche en el mismo cuarto, si acabaron la película a media madrugada o si acaban de llegar, juntos, de una fiesta desde el otro lado del país.

Es simplemente más conveniente y menos hipócrita decir: ‘buenas noches a los dos’ a preguntar ‘¿ya llamó al taxi?’

No puede ser tan negativo tener al novio una noche en casa. Si usted lee esto y tiene hijos, anímese a hacer la prueba un día de estos, lo más probable ni sienta la presencia de él en la casa. Con suerte y hasta se levanta la mañana siguiente para descubrir que el muchacho, que parecía tan bueno para nada, hace unos huevos arreglados con tomate tremendos. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida.