Cruzar la frontera sin quedar embarazada

El padre Flor Maria Rigani dirige una Casa Refugio en Tapachulas al sur de México, cerca de la frontera con Guatemala. En lo que va del año ha visto pasar decenas de jovencitas que al final no llegan a su meta, Estados Unidos, sino que se quedan trabajando en bares, en muchos casos ejerciendo la prostitución.

El padre Rigani no puede hacer mucho por ellas, pero al menos cuenta en su Casa Refugio con un programa de rescate, en el que psicólogos y trabajadores sociales orientan a las jóvenes en la toma de conciencia de su cuerpo.

“Hay mujeres que quizás por la influencia de internet, Facebook o YouTube vienen ya con la idea de venderse en México”. Por la influencia de los medios y en especial las telenovelas, las jovencitas trastocan valores y se hacen ilusiones, por ejemplo, en trabajar en bares tipo ´table dance´ o de striptease, dice el Padre.

BodyCards
A Rigani le preocupa la manera cómo algunas jóvenes asumen su sexualidad y comercializan su cuerpo para lograr sus objetivos. Conversando con las psicólogas que reciben a estas jóvenes, ellas le cuentan que al tratar con las emigrantes éstas emplean un nuevo término: el ´body card´. Te dicen:

No tengo pasaporte, no tengo ´credit card´ pero tengo un cuerpo que vale como un ´credit card´

Pero, conscientes de los riesgos que enfrentan, la gran mayoría ya llega tomando sus precauciones. “Nuestro doctor aquí nos cuenta que las chicas ya vienen con dispositivos vaginales o con inyecciones anticonceptivas de seis meses”. Otras piden mayor información y en el refugio se les brinda asistencia y orientación.

Al padre Rigani y sus colaboradores de la Casa Refugio les gustaría que termine esta situación. Pero la triste realidad es que mientras continúe la pobreza y las desigualdades sociales, la gente va a continuar emigrando de este modo.

Sexo servidoras

Sabido es que las mujeres emigrantes a lo largo del camino son utilizadas y, en muchos casos, ellas mismas se ofrecen para obtener pequeños servicios de los mismos compañeros de travesía. “Ellos les pagan el viaje y, cuando llegan a Estados Unidos, o al norte de México, les reembolsan los ´servicios´, que han consistido en general en ofrecerse al oficial de policía o al agente de migración”.

Rigani observa que la connotación del término sexoservidoras tiene una carga menos pesada que la prostitución. “Lo de la prostitución tiene connotaciones éticas, morales, religiosas y sociales, pero lo de sexoservidoras puede ser visto como más aceptado, un servicio como se dan muchos otros”. Si bien no está de acuerdo con esta vía de subsistencia, Rigani no puede negar que hay sectores que ven los servicios sexuales como una alternativa real.

“Como me decía un ´enganchador´ (traficante de mujeres): Mira esta mujer, ¿no era antes acaso un bulto de andrajos? Hoy es una mujer hecha y derecha, manda su dinero a casa, puede hacer sus planes, tiene su libertad”.

Sobre si vale la pena esta opción, Rigani lo deja al criterio personal de cada uno. En lo personal, en todo caso, él seguirá informando sobre las ventajas y sobre todo desventajas de una decisión de este tipo.

“Pienso que la mujer no tiene que usar su cuerpo u ofrecerlo como moneda de cambio. Pero si llega a esto, tendría que ser en un ambiente de dignidad, de respeto o por lo menos de connivencia”.

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