Pareja en librería.
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¿Es malo pasar mucho tiempo con mi pareja?

El periodismo y la medicina tienen la particularidad de que son carreras con agendas complicadas.

El médico, porque una emergencia lo puede sacar de la cama a media madrugada y el periodista, porque un día normal lo puede tener todavía en la redacción a media madrugada.

En esa vorágine donde ambos sectores profesionales perdemos el límite entre el trabajo y el ¿resto de la vida?, no es raro ver a periodistas casados con periodistas y a matrimonios de solo médicos. La pareja entonces comparte el trabajo, las tardes juntos, las noches de cine, todo.  Es el amor casi perfecto.

Eso me recuerda a las parejitas de clase que se formaban en el colegio. Uno las veía cómo se iban formando, primero como entre bromas y después se veían muy juntos en matemática, en el recreo compartían el almuerzo  y al final de la semana ya estaban de la mano por el pasillo. Todos tuvimos un amigo así o, en algunos casos, fuimos ese amigo.

Casi siempre se movía sobre una línea muy delgada entre verse como la pareja de ensueño (pacientes entre ellos, amorosos, buenos amigos, alegres) y la pareja de pesadilla (demasiado melosos, ‘conectados’, apasionados y celosos, casi contagioso el asunto). No sé por qué, pero los noviazgos de aula colegial nunca eran un punto medio; o se veían bien o se veían mal. Nunca hubo uno discreto.

Aprende a priorizar

El secreto, supongo, era el mismo que ahora se maneja en salas de redacción y cuartos de cirugía:

cada quien con lo suyo y ‘que esté contigo no significa que mi vida se paralice’.

Así que tú, novia adolescente, no estás obligada a dejar de almorzar con tus amigos, se puede buscar un balance. Y si, por estarle tomando la mano a él, dejaras de practicar con el equipo de baloncesto, están mal tus prioridades.

O tal vez no. Quizá, como todos creímos cuando teníamos 17 años, esa es la pareja ideal y vale la pena sacrificar unos tacos con carne o el partido del próximo martes por pasar media hora más juntos. Cada relación es un mundo y, en el colegio, un universo. Entonces tiene sentido esperarse en la entrada del liceo, pasarse papelitos en lecciones de ciencias, acostarse en el césped al almuerzo y caminar hacia la casa de ella por las tardes para estudiar historia y darse besos en el sofá.

Mi conclusión es: cada pareja con su ritmo. Yo recuerdo que era lindo enamorarse en el colegio, ser un poco tonto y un poco sabio y pensar que eso era todo, hablar de tus ojos y mis ecuaciones químicas, de tus libros y la fiesta a la que iríamos el viernes con los suegros. Ya después uno crece y descubre que todo es un balance, un punto medio, que los excesos se penalizan; pero, si están jóvenes y enamorados, ¿qué carajos importa?

¿Te acuerdas de tu primer amor, pasaban juntos todo el tiempo? Platícanos tu experiencia en el foro de Hablemos de Sexo y Amor. 

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