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¡Tengo mi proyecto alternativo de vida! ¿Tú?

Un proyecto de vida no es solo pensar qué profesión tendré cuando sea mayor, también hay que tomar en cuenta los deseos a nivel afectivo, social y familiar. Pero muchas veces lo que deseamos está bastante influenciado por los parámetros de la sociedad. Aquí es donde urge ir en búsqueda de un Proyecto Alternativo de vida

Fuente | Verónica Maza Bustamante (La doctora Verótika) periodista, educadora sexual, escritora, conferencista, promotora de los DDHH, melómana, exploradora de temas tabú

Cuando tenía entre 16 y 24 años de edad, mis padres me insistían que debía trazar un plan, un esquema vital en donde priorizara lo que quería hacer, los valores que me eran familiares y lo que deseaba para “mi destino”. Sin embargo, a esa edad solemos pasarnos por el Arco del Triunfo los consejos de nuestros progenitores, ¿o no? Entonces, pensar en hacer uno me generaba incertidumbre y pereza.

A esa edad yo tenía un objetivo primordial: quería ser feliz. ¡Vaya deseo el mío! Más aún si pensamos que nuestra idea de la felicidad es algo que se va estructurando con el paso de los años, cuando vamos refinando nuestros deseos, determinamos lo que queremos hacer hasta nuestra vejez o muerte, con qué personas nos queremos juntar, de qué manera vamos a trabajar para lograrlo, etcétera.

Ahora que lo enumero, me doy cuenta de que este único requisito sobre mi futuro sí encajaba completamente con la idea de un proyecto de vida. Ambicioso, sí. Soñador, también. Complicado, por supuesto. Pero mío. Posible. Amable. Bello. Duro de alcanzar.

Desde temprana edad, entonces, comencé a trabajar en un Proyecto Alternativo de Vida (por catalogarlo de alguna manera) que consistía en escuchar lo que los demás tenían que decirme sobre mi futuro, pero no para seguir ciegamente sus sugerencias o imposiciones, sino para determinar qué tan compatible era eso con mi idea de la felicidad. Entonces podía llegar a decidir, de todo lo que me decían “mis mayores”, qué era lo que me resultaba más interesante para mi vida.

Fuera prejuicios

Vivimos en una sociedad llena de mitos y tabúes, que repite prejuicios y estereotipos desde hace siglos.

Particularmente las mujeres sufrimos al tratar de estar a la altura de lo que se busca de nosotras: que seamos “buenas chicas” y obedezcamos lo que los demás nos dicen que tenemos que hacer “por nuestro bien”.

Por suerte, el libre albedrío es algo que existe y nos pertenece a cada ser humano: esa libertad que tenemos para tomar nuestras propias decisiones sin estar sujetos a presiones, necesidades o limitaciones, ni a una predeterminación divina. Eso es algo que pocas veces nos dicen cuando somos jóvenes y creo fervientemente que, de saberlo, podríamos sospechar esa responsabilidad en todas sus dimensiones y, a la vez, definir esa libertad nuestra.

Mis padres querían que fuera contadora o doctora, por asuntos relacionados con las profesiones de la familia, pero yo quería ser comunicóloga y no cedí hasta que estuve cursando esa licenciatura en la universidad.

Deseaban que saliera de la casa vestida de blanco y directo al altar, pero me fui a vivir con mi novio a un pequeño y bonito departamento; un año después, nos casamos por lo civil en ese lugar. Buscaban que siguiera una religión y yo comencé a realizar un viaje exploratorio por diversas filosofías de vida hasta que encontré la más adecuada para mí.

Quizá para muchos adultos todo esto no era un buen proyecto de vida para una chica que tenía tan buenas calificaciones y había contado con el apoyo de sus padres para culminar sus estudios, pero para mí sí lo era. Lo sigue siendo.

El poder ejercer mi libertad —no a lo loco sino con una idea particular, única, individual sobre lo que deseo para mí— se convirtió en el inicio de un proyecto de vida que hoy en día me ha llevado a cumplir mi deseo: soy una mujer feliz.

Con el paso de los años me he vuelto una profesional que ama el periodismo y la sexología, que busca quitar prejuicios, ayudar a los demás a que accedan a nuevas posibilidades de existencia. La bondad, la alegría, el desapego, el disfrute por lo sencillo de la vida se han vuelto parte de mi día a día.

Cuando iba en la universidad, me decían “la alternativa”. Más adelante me llamaban “la loca”. Muy pronto supe que la palabra que mejor me definía era “la diferente”. Como mi proyecto de vida. Porque el hecho de que no hubiera cumplido al pie de la letra con las expectativas de mi familia o de la sociedad no me llevó a perderme ni a echar a la basura mi existencia.

Por ello, te recomiendo que hagas un repaso de lo que realmente desean para ti, de eso que llevan en su ser más allá de lo que los demás les digan que deben hacer, y traten de ir por ello, buscando un punto medio que la@s lleve al bienestar (no se trata de enfrentarse al mundo porque sí). Estoy segura de que ese Proyecto Alternativo de Vida podría darles buenos frutos en el futuro.

¿Has pensado en algún momento en tu proyecto de vida? o ¿dejarás que otro lo haga por ti?. Si tienes alguna pregunta te esperamos en el Foro de Hablemos de Sexo y Amor.

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