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Yo porneo, tú porneas y… ustedes, ¿pornean?

By Diego Arguedas Ortiz on 30 octubre, 201228 diciembre, 2022

A cualquiera le ha tocado esconder revistas o borrar el historial de la compu… No más, colegas, ¡vengo a levantar el estandarte de la pornografía!

Precisamente, fue en mi barrio, hace ya muchos años, que puse mis manos por primera vez en una revista porno.

Era una Playboy (‘gracias Hugh, en serio’) que un vecino le había robado a su hermano mayor y nos pasamos la tarde en el parque escarbando las páginas. Al final, mi amigo tuvo la suerte de regresar a casa con la revista y los otros de la chiquillada, incluido yo, quedamos como niños huérfanos y sin el consuelo de Internet al llegar a casa. Los noventas fueron oscuros.

Esa tarde el viejo Hefner se vistió de San Pedro para abrirme el portón a ese cielo rotundo llamado pornografía. No me reclamen, todos hemos estado ahí (todos y todas, claro). Recordamos cuándo fue la primera vez que le entramos al porno y más de uno/a habrá sacado de ahí algún tip.

¿Inmoral, yo?

Pero si bien la mía fue la última generación en perseguir revistas y ahora los trámites se facilitan en línea, no cesa la condena a la porno. Hoy hago la apología nuestra, de los espectadores del profano sexo en línea. Y es que sentarse frente a una pantalla a ver porno no es enfermizo, es una de las reacciones más naturales de la sexualidad humana.

Si una gran parte de Internet es pornografía, ¿significa eso que todos somos inmorales?

No. Implica que es una reacción normal al cóctel de hormonas que es el cuerpo humano o, traducido, a las ganas que le tengo a la vecina. No reemplazará jamás, no sería lo ideal, las revolcadas sucias o puritanas, el ocasional encuentro tras el poste de luz, las cosquillas exactamente ahí… Pero es parte, complementa, todo esto.

Yo ‘porneo’ ¿y tú?

Incluso muchos estudios han delatado a las mujeres: el consumo de porno femenino ha venido en aumento durante los últimos años. No hay nada más inclusivo que la pornografía en Internet.

Hay dos problemas, he de aceptar. Primero: hay personas que se pierden entre minifaldas de enfermeras y maestros demasiado atrevidos. ¡La pornografía no es real! Es excitante y se aprenden algunas cosas, pero no podemos esperar que la cita del próximo jueves termine como un video de Mia Khalifa.

Segundo: nos falta abrir la boca… Para hablar, digo. Es probable que la mayoría de las personas que conozcas le hayan entrado al asunto, pero no van a discutirlo muy a menudo. Culpen a la religión, a la educación estatal o a la Selección Nacional, pero nadie revienta el tema contra la mesa de tragos.

Faltará mucho para dejar de escondernos o tal vez nunca pase, pero podemos comenzar con soltarlo una noche entre amigos o comentarle a nuestra pareja de una vez, ‘fue solo una mi amor, vi este video y hacían una posición, mira, algo así…’. Con suerte y hasta sonría para decir: ‘ok, ¿tratamos?’.

Sí, los más conservadores no podrán entender jamás por qué nos maravilla la porno por Internet, pero les quedará el consuelo de que Playboy siempre editará revistas o eso creo.

¿Consideras que la pornografía puede ser útil para tu vida sexual? Pásate por el foro de Hablemos de Sexo y Amor y déjanos tu opinión.

Recuerda que te compartimos diferentes puntos de vista, que no necesariamente representan nuestra postura, la decisión final la tomas tú.