La huella digital orgásmica
Los beneficios del orgasmo femenino son innumerables. De ahí la recomendación de expertos a que la mujeres procuren tener orgasmos con mayor frecuencia. Una contribución de la periodista y experta en sexualidad, Verónica Maza Bustamante
Fuente | Verónica Maza Bustamante (La doctora Verótika) periodista, educadora sexual, escritora, conferencista, promotora de los DDHH, melómana, exploradora de temas tabú
Se ha comprobado que el orgasmo genera grandes beneficios para el cuerpo femenino: quema calorías, protege contra el cáncer, disminuye los riesgos de sufrir un ataque cardiovascular, brinda tranquilidad y relajación, disminuye la ansiedad, la depresión y el estrés; ayuda a oxigenar y nutrir la piel, alivia tensiones musculares y dolores de cabeza, fortalece el sistema inmunológico y evita que baje la presión. Entonces… ¿Por qué no procuramos tener orgasmos con mayor frecuencia?
Creo que a las mujeres no se nos da suficiente información al respecto. Crecemos preocupadas por asuntos como la menstruación y el embarazo, de los que, si bien nos va, nos hablan nuestras madres, pero casi nada sabemos sobre el orgasmo femenino porque es un tema que poco se menciona. Menos aún se habla sobre su vastedad, porque no deberíamos hablar del orgasmo, sino de los orgasmos, pues cada mujer es capaz de sentirlos y vivirlos de diferentes maneras.
La vagina no es un órgano pasivo, sino una estructura dinámica con un rol activo en los encuentros eróticos. Por ello no hay manuales, ni mapas que nos indiquen cómo alcanzar fácilmente el punto máximo de placer (aunque a veces se me antoja infinita la escala) ni qué factores obstaculizan llegar a él.
Las mujeres tenemos ocho mil terminaciones nerviosas que están distribuidas de forma diferente en cada vagina. Además, la disposición mental, la ovulación, las zonas estimuladas, los sentimientos hacia la pareja, el cansancio, el grado de excitación pueden modifican las variables.
Por si eso no fuera suficiente, durante el sexo distintas áreas del cerebro son bombardeadas, a través de la médula espinal, con estímulos nerviosos e información que nos permiten alcanzar esa sensación placentera, relajante y satisfactoria.
En esos momentos, las células del cerebro producen dopamina que, a su vez, ayuda a liberar la oxitocina, que estimula la contracción de la musculatura pelviana femenina y provoca aumento de la frecuencia cardiaca, sudoración y aceleración de la respiración. Las endorfinas y encefalinas producen analgesia y una sensación de bienestar.
¿Algo más para agregar a las múltiples combinaciones que ayudan a tener orgasmos diferentes entre sí? ¡Claro!
La vagina no es el único lugar en donde se generan los orgasmos. Como se les ha hecho creer a muchas.
De hecho, es el menos común. El gran tesoro se encuentra en el clítoris, ese pequeño botón que tenemos en la vulva y cuya estimulación ayuda a que 70 % de las mujeres lleguen al orgasmo.
Sin embargo, la sexóloga Beverly Whipple dice que tenemos al menos dos recorridos nerviosos que nos llevan a él y están vinculados con el punto G, la vagina y la uretra. Además, un altísimo porcentaje de mujeres afirma llegar al clímax con el sexo anal y unas cuantas a través de los besos o la estimulación de los senos.
Otro factor para alcanzar el paraíso son las parejas: con cada una de las que tengamos a lo largo de la vida sentiremos diferentes orgasmos, y si pasamos muchos años con la misma… ¡también van a variar! Esto debido a que con el paso de los años se van modificando los hábitos en la cama, explorando nuevas posibilidades y sintiendo cosas diferentes.
Los investigadores Hartman, Fithian y Campbell acuñaron el término “huella digital orgásmica” para destacar la unicidad de los orgasmos de cada mujer, tan diferentes y distintos en cada una.
Aún así se nos sigue reprimiendo de muchas maneras, anulando nuestro derecho a vivir el deseo y sentir placer erótico teniendo tantas posibilidades por explorar.
Por fortuna, la ciencia nos ha enseñado algo importante: el cuerpo femenino y el gozo son misterios que se pueden ir develando si entendemos que, como señaló Alfred Kinsey, “no hay nada más característico de la respuesta sexual que el hecho de no presentarse de la misma manera en dos individuos”.
