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Hablemos de Sexo y Amor

‘Que me atiendan bien en el consultorio es mi derecho’

Cuando acudes a una revisión médica sobre salud sexual ¿sabes cómo debe de ser?

Esta es la historia:

Ni siquiera me miró a los ojos mientras hablaba. Cuando entré a la consulta, el doctor solo me dijo quítese los pantalones y párese junto a la cama. Sin más explicación, revisó mis testículos y mi pene. Se sentó y me escribió la receta repitiendo apenas las indicaciones.

Federico es un hombre adulto y seguro de sí mismo. El trato que recibió de parte de su urólogo le pareció incómodo e inmediatamente supo reconocer que no era el adecuado, ya que no le explicaron qué iban a hacer.

Imagínese si hubiese sido un joven el que viene a consulta, probablemente no se atreva a decirle nada al médico y probablemente no venga más a un chequeo.

Todo lo que diga y haga un médico/a es sagrado, pero no siempre es así.

Las personas, por lo general, colocamos toda nuestra confianza en profesionales de la salud porque nos han hecho creer que son los únicos con conocimiento sobre nuestros cuerpos, lo que nos ha llevado a muchos a asumir que todo lo que pasa en el consultorio es correcto.

Los consultorios médicos, sin una debida supervisión de lo que allí sucede, pueden convertirse en lugares de miedo, donde puede pasar cosas insospechadas e invisibles para el resto del mundo.

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La primera vez de Claudia

Otro ejemplo es la situación vivida por Claudia:

Era mi primera consulta médica. Yo tenía 20 años y no había tenido relaciones sexuales. Ese doctor no me preguntó, solo asumió que ya las había tenido y me introdujo el espéculo, sin explicar qué era lo que hacía. Sentí que me estaba violando.

Llega un momento en el que los profesionales de la salud, por distintas razones, comienzan a ajustar su práctica a sus propias consideraciones éticas y morales, entran en un rol automatizado, se saltan procesos, olvidan preguntas de consentimiento y preceptos de la deontología médica.

Esto implica que los Derechos Humanos de los usuarios/as de los servicios de salud dejan de ser una prioridad e incluso llegan a ser pisoteados.

 

Poniendo en riesgo el matrimonio de Brenda

En otras situaciones, los prejuicios pueden hacerle mucho daño a las personas. Un doctor hizo que Brenda pasara por un momento muy incómodo:

Habló con mi esposo y le dijo que seguramente yo le había trasmitido el VPH, que quizás yo me había acostado con otro hombre. Mi esposo estaba furioso, fue una discusión terrible.

Con una clara visión misógina y prejuiciosa el médico creó una situación de tensión que pudo haber puesto en riesgo la vida y la relación de pareja.

Diferenciando entre tactos y tactos

El caso de Claudia, la paciente a quien el médico le introdujo el espéculo sin mayor explicación, no quedó ahí. Ella se dio cuenta de lo que le había pasado solo hasta varias horas después:

Ese médico me hacía preguntas sobre placer sexual mientras me realizaba un tacto. Me frotaba y estimulaba el clítoris, y eso no tenía nada que ver con el procedimiento que él debía realizar. Me impresiona que me haya pasado eso a mí, que soy una profesional.

La existencia de enfermeras con un rol de protectoras de las usuarias en estos casos es clave.

Susana, una enfermera que asiste a distintos médicos/as en varios consultorios de un centro de salud, observó algo irregular y se atrevió a hablar:

Yo veo que el Dr. Z, tarda mucho tiempo haciendo el tacto a las mujeres. Otros médicos/as no pasan más de dos segundos mientras este Dr. se tarda hasta varios minutos.  

Pero, para que esto funcione, se requieren espacios donde ellas puedan acudir para plantear sus preocupaciones sin que surja como prioridad proteger al profesional de la salud que está haciendo una práctica inapropiada.

Discriminando algunas condiciones médicas

Cuando en plena consulta Verónica informó que es portadora de VIH recibió un trato despectivo.

La doctora comenzó a colocarse guantes, me regañó por no haberle avisado antes. Esta misma doctora señaló que se requiere un traje especial para tratar a esas personas, señala Elena, una enfermera que le asistía.

En realidad las medidas de bioseguridad deben ser utilizadas en todas las consultas y servicios, sin distinción ni expresiones discriminatorias, dado que muchas personas no conocen si son VIH positivo o no, y en todo caso muchas de ellas aunque lo sepan pueden ocultarlo por miedo al rechazo.

Los casos de Federico, Claudia, Brenda, Verónica y muchos más, podrían evitarse si los Derechos Humanos ajustados a los servicios médicos estuviesen visibles en todos los espacios de los centros de salud, aparte de estar incorporados en una Educación Integral en Salud.

También deberían existir mecanismos accesibles y confidenciales para que las personas puedan hacer reclamos relativos a tratos inapropiados.

Consultorios, salas de espera, baños pueden ser aprovechados para colgar mensajes educativos en materia de derechos y mecanismos de denuncia.

Asimismo, se realizan esfuerzos para que el equipo médico reciba capacitación, sensibilización, actualizaciones periódicas y una supervisión permanente que le exija el cumplimiento de las normas de buen trato a los y las usuarias.

Si estás en México, acude a los Servicios Amigables, que brindan atención sobre salud sexual y reproductiva, y que garantizan que la atención sea accesible, con absoluto respeto a los derechos sexuales y reproductivos.

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