La novia en el escritorio de al lado
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La novia en el escritorio de al lado

Hay muchas maneras de convivir con una novia en el mismo lugar de trabajo y todas menos una están equivocadas: lograr convencerse de que en este espacio, a menos de que pase algo totalmente extraordinario, somos colegas ante todo.

Es importante aclarar una cosa: es sano y se puede trabajar con la pareja si ya ambos, por motivos ajenos a su relación, están en un mismo espacio laboral. Es decir, si ella es bióloga, tú eres ingeniero forestal, y el Ministerio de Ambiente los contrata a ambos para una unidad especializada en humedales, todo bien. Es complejo, pero ya hablaremos de eso.

Lo que no es sano, no se vale y no debería suceder es que tú o tu pareja lleguen a trabajar juntos por deseo de “pasar más tiempo juntos”. Si elegiste un trabajo como secretaria para estar durante el día con tu novio que es mensajero en esa empresa, pues hay algo mal.

Querer pasar más tiempo juntos es natural, como también puede ser normal convivir con la persona que amas mientras ambos marcan la tarjeta de entrada y salida en la misma máquina. Pero en estos casos es fundamental diferenciar algo: hay un tiempo para estar de empalagosos y ese no es durante el horario de 8 a 5.

Esa es la diferencia. Si el ingeniero forestal y la bióloga comprenden que dentro del centro de investigación deben ser colegas y de regreso al auto ya pueden asumir más de lleno su faceta de novios, pues maravilloso. Pero que el trabajo no se convierta una extensión del dormitorio, con sus dimes y diretes, los besos a todas horas y las peleas tontas por cosas rutinarias.

Es cierto: ni aún en horario laboral dejamos de ser pareja de nuestra novia y ni siquiera fuera de la oficina dejamos de ser colegas, jefes o subalternos, pero se pueden trazar líneas. Tú sabes cuándo puedes tomarte una cerveza con tu profesor de la universidad, una noche después de clases, y cuándo debes escucharlo en silencio mientras explica la materia en el aula.

Hay pros para tener a la novia en el trabajo. Podría decir muchos, pero en mi caso el favorito es el café. Para mí, almorzar es un trámite aburrido que despacho en diez o quince minutos para regresar al trabajo, pero tomar un café a media tarde es un ritual lindo que, en mis tiempos como periodista en un diario, antecede el caos que implica la hora de cierre. Poder compartir ese momento de calma irreal con tu pareja y los amigos es un placer diminuto pero poderoso.

Ya después vendrán las últimas carreras antes de llegar a casa.

Otras ventajas son de un talante más práctico: compartir el transporte camino al trabajo para evitar gastos innecesarios (dos colegas iban juntos en motocicleta al periódico), tener a alguien cerca cuando surgen dudas sobre un tema o incluso poder hacer transacciones sencillas (si tú vas ahora a retirar este documento, yo lavo los platos de la cena).

Un asunto conflictivo puede ser la pérdida de espacios personales. Le pasó a una pareja de amigos que compartía grupo de amistades: cuando una vez se pelearon, se dieron cuenta que ambos recurrían a las mismas personas pues les faltaba fortalecer relaciones que no conociera el otro. Es similar con el trabajo: todo mundo necesita un espacio que pueda llamar suyo y nadie puede compartirlo todo con la pareja. No por un asunto de esconder, sino simplemente porque por más que nos queramos seguimos siendo personas independientes.

Es imposible convivir con alguien -hermana, papá, novio, mejor amiga- las 24 horas del día. Simplemente no se puede.

De todas formas, compartir las horas de trabajo con tu pareja es una experiencia gratificante. Hay alguien allí si ocurre una emergencia y después de tu turno pueden ir a cenar o ver una película con menos complicaciones logísticas. El secreto creo que es uno: definir claramente cuáles son las reglas del juego y que ambos marquen la cancha. Luego podrán robarse un beso en el elevador vacío.

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