Pareja joven, el chico señala a la chica, ambos felices y orgullosos.
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El dinero de ella, mi trabajo y nuestro tiempo

En el colegio, cuando queremos invitar a nuestra novia a comer o al cine, existe la costumbre de que el hombre pague.

Al menos en el contexto colegial, yo nunca comprendí eso: en la práctica eran los papás del novio pagando por la novia. Claro, pero después a ella le toca la boda, ¿verdad?

En fin, crecimos. Conseguimos trabajos,  (o no),  ganamos dinero (o no) y de pronto salimos con una chica y queremos invitarla a cenar. Es nuestro dinero. Llega la cuenta a la mesa, alargamos el brazo y ella dice: ‘no, pago yo’. Y el mesero y tú no entienden nada.

Los tiempos han cambiado. Aunque todavía existe una asquerosa discriminación en términos de género en paga por puestos iguales, las mujeres ganan salario y deciden si quieren o no invitarte a cenar. Y está bien. Habrán quienes se crean poco hombres por no pagar una o dos cuentas (me imagino en su cuarto todas las facturas colgadas en la pared, como trofeos), pero no veo por qué.

Se los llevo más allá.  Vivir mantenido por la esposa -o la novia.  Pero no ser un proxeneta,  sino ser el hombre de la casa: darle chance a que sea ella la que abra las alas y quedarse atendiendo el caos de la casa: planchar la ropa,  cocinar los frijoles y barrer el cuarto.

¿Que estoy insinuando que esas son tareas de la mujer?

No, estoy diciendo que esas tareas existen y alguien tiene que hacerlas. Si hoy estoy yo en la casa y mañana está ella,  porque el desempleo entre la gente joven anda desatado, que alguno se encargue.

Les voy a ser muy sincero. Cuando tenga hijos me va a costar cada mañana dejar la casa para ir a trabajar. No porque odie mi trabajo, sino porque convivir esos primeros años con ellos debe ser impresionante. Si puedo alternar lavadora con el biberón, ¿por qué no?

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El asunto es que, a largo plazo, tampoco lo veo sostenible. La vida eterna en casa no deja nada, principalmente porque tras años y años de monotonía, termina siendo tedioso. Las mujeres han señalado durante décadas lo injusto que es condenarlas a la casa; ni siquiera es un asunto de diversión, sino de abierta discriminación.

El secreto es buscar un balance en la relación para que yo pueda ir a yoga los martes, ella a voleibol los jueves, ambos llevemos una vida personal y profesional satisfactoria, y la casa no se caiga de tanto polvo. Si por unos meses o años eso es quedarse en casa mientras ella trabaja, todo bien; o al revés.

El secreto es no tomarlo como algo personal o una competencia. Al fin y al cabo, el dinero es la representación que hace el sistema económico del tiempo y eso es lo que importa: que sepamos cómo darle la vuelta a la tortilla para que sea nuestro tiempo juntos, y no el dinero (o el tiempo que le dimos a otros), lo que marque nuestra relación.

Y ustedes, ¿acostumbran que sea uno el que pague las cuentas en la relación? Deja tu comentario aquí o en el foro de Hablemos de Sexo y Amor. 

Recuerda que te compartimos diferentes puntos de vista, que no necesariamente representan nuestra postura, la decisión final la tomas tú.

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