Gallina.
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Zoofilia, más allá del espanto inicial

Cuando leí “La ciudad y los perros”, me encontré con que un grupo de adolescentes se pasan de mano en mano una gallina para tener sexo con ella.

A la edad de esos tipos, doce o trece años, jamás se me hubiera pasado por la mente hacerlo con un animal.

Tal vez tiene que ver que nunca tuve un animal a mano para considerarlo aunque no me veo ni ahora ni en ese entonces probando suerte con una cabra o una oveja. Es algo fuera de mi espectro sexual, pero me puedo imaginar escenarios donde no sea descabellado que a alguien más le pase.

En zonas rurales, donde la densidad de población es menor, hay chicos que optan por la opción más cercana:

asomarse al gallinero y salir contento.

Esta conducta se llama zoofilia y es, estrictamente hablando, la atracción sexual de un ser humano por un animal fuera de nuestra especie. Las raíces psicológicas del asunto y las consecuencias médicas todavía están en disputa, pero podemos estar claros con esa definición.

Por otro lado está el bestialismo, que, si se quiere, es un poco más elemental. Aquí no hay atracción, es simplemente tener sexo con el animal. Más allá de si le encuentro el lado sexy a la vaca o al borrego, me lo llevé a pasar cinco minutos amenos al otro lado de la lechería.

Partamos de algo: esto no es usual. No es un acto sexual promedio y no es normal que alguien decida rifarse la noche con una gallina. Pero pasa y no es para condenar a quien lo haga al infierno o a diez años de cárcel. Es una manera, bastante especial, de explorar el cuerpo. No la comparto, pero no la condeno por sí misma.

 

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¿Qué puede llevar a un adolescente –la zoofilia usualmente se manifiesta entre los 9 y 11 años- a tener sexo con un animal? Si les parece una actividad que debería ser corregida, empiecen por ahí y puede que tengan suerte. Si creen que no hay problema con eso, denle vueltas al asunto y traten de darle respuesta a esa pregunta.

Yo, por mi parte, no me veo jamás haciéndolo. No me llama la atención y considero que el acto puede ser incluso cruel para los animales (he escuchado de casos de perros callejeros que son abusados, pero naturalmente no tengo pruebas de esto). Creo que muchas de estas personas, los zoófilos, les falta contacto humano. Digo, al final del día, ¿cuántos camellos te pueden dar un abrazo?

Dudo que esto pase en las grandes urbes latinas, donde las gallinas más cercanas están asadas o fritas. Así como yo no lo comprendo, muchísimos de ustedes tal vez tampoco, pero es una realidad. El hecho de que un tipo tenga sexo con animales no lo hace más o menos humano, lo hace ligeramente más inusual. No condene: trate de comprender.

¿Qué opinas de la zoofilia? Por favor, déjanos saber en el foro de Hablemos de Sexo y Amor.

Recuerda que te compartimos diferentes puntos de vista, que no necesariamente representan nuestra postura, la decisión final la tomas tú.

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