Los abuelos todavia pueden
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Los abuelos todavía pueden

Hay una máxima universal que tiene validez en cualquier continente del mundo y también sobre temas de sexualidad: “Más sabe el Diablo por viejo que por Diablo”

Es decir, las canas nunca vienen solas, siempre acarrean conocimiento. Es lo que en Costa Rica le llamamos “colmillo”, ese conocimiento instintivo que solo la experiencia puede dar.

Puede que todavía no sea muy aceptado, pero después de años y décadas de haber practicado sexo, algo deben saber nuestros abuelos al respecto. Después de todo, los que ahora tienen 80 años tenían veinte años en la década de 1960, con su amor libre y sus ideas de mentalidad abierta. Que no me digan que ninguno probó nada.

Aun si no fueron del grupo de los hippies, la experiencia acumulada deja marca. Por eso, es interesante cómo llegado cierto momento, empieza a ocurrir un fenómeno triste en las familias. Conforme los nietos van haciéndose mayores y llegan a las comidas y fiestas con sus novias y novios, haciendo el círculo familiar más amplio, también las generaciones más viejas van despidiéndose. Cuando muere la abuela o el abuelo, queda el otro desconsolado y, de pronto, sin su compañía de toda la vida. En algún momento después del duelo, empiezan a pensar en “el mercado”.

Es decir, mientras los más jóvenes empiezan a probar por primera vez la vida en pareja, he conocido señores y señoras de más de 80 años que de pronto se encuentran, después de más de medio siglo de matrimonio, otra vez solteros.

¿Cómo hace uno para regresar a las canchas después de 50 años?

Alguna vez les ha pasado que salen de un noviazgo o una relación larga y de pronto sienten que perdieron algo, que de pronto no están funcionando como antes. Pues bien, estos señores lo logran. Me han contado colegas que han hallado a sus padres, señores ya bien entrados en edad, con condones en las gavetas.

Me vi tentado a escribir: esto es para aplaudir. Pero la verdad es que no. Uno aplaude lo extraordinario, como los goles de Messi, el rescate de los 33 mineros en Chile o el surgimiento de una pequeña fuerza política alternativa. Esto, sin embargo, es lo más ordinario. O al menos debería de serlo. Una persona disfrutando de su sexualidad con otra. Alabado el de arriba (si es que lo hace bien, si no, que se ponga abajo)

A los adultos mayores les vamos “protegiendo”, quitándoles algunos de sus derechos. A mi abuelo, por ejemplo, ya no le permiten manejar el carro porque perdió la fineza para hacerlo. Puede que así pase con otras cosas en la casa o en el banco. El colmo sería que también les pasara en la cama: hay que dejarles los espacios.

Esa es, sin embargo, otra generación. Los principios con que se rigen varían de los defendidos por los veinteañeros del 2014, e irán a su ritmo. Tranquilos, pero seguros. A los 80 años, supongo que ya se sabe que todo el mundo ya se ha visto y que todo todavía queda por verse; imagino que algo similar pasará con el sexo: tras décadas de haberse sorprendido y aburrido con todas las variaciones posibles, a los 80 años tal vez todavía están ocultos todos los secretos. Es decir, lo mismo que un quinceañero, solo que con más paciencia.

Muchachos, la próxima vez que su abuela o abuelo soltero diga que va a tomar un café con la misma persona que llevan viendo semanas, denle una sonrisa cómplice. No creo que se ganen que les cuenten la infidencia, pero al menos un guiño picarón. Ya ustedes podrán llenar los espacios en blanco.

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