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La tragicomedia del condón

‘¡Ah, quién fuera el condón que tienes en tu mano, Julieta!’, soltó desesperado Romeo en un jardín de Verona.

Se los juro que eso dijo, pero la censura de la época cambió ‘condón’ por ‘guante’ y, bueno, mucho han avanzado los preservativos desde los tiempos shakesperianos…

Pocos artefactos creados por el hombre tienen una vida tan turbulenta como el condón. Nace en nuestras mentes por ahí de los 11 años, cuando la profesora de Ciencias sostiene una banana con cariño y le desliza un poncho contra lluvia a lo largo de sus 13.5 centímetros. En el aula de quinto grado nadie entiende bien por qué la maestra desperdicia un perfecto globo en una fruta, cuando lo podría inflar y transformar en un perro o una espada.

Claro, el condón realmente no nace ahí, lo empujamos al mundo real con el empaque de tres que colocamos frente a la cajera de la farmacia. Quien no haya tenido, al menos, un temblor ligero al caminar por primera vez el trecho desde tomar el condón hasta pagarlo, es marciano.

Lo que nunca he entendido es por qué sentimos ese pavor al comprar preservativos y no al pagar por papel higiénico o tomates, si ir por un preservativo debería ser motivo de orgullo. ‘Mundo, observa a tu dueño que esta noche tendrá sexo’.Una vez en tu posesión, el asunto apenas empieza. Luego sigue domar a la bestia y forzarla a aceptarnos como su amo. Por más bananos y pepinos en Biología, ensillarlo a la primera es un arte que se aprende solo practicando (para las lectoras, no se alarmen si fallan, ríanse con él y traten de nuevo).

Muchas personas le reclaman al preservativo que mata la energía del momento. Falso.

Hazlo con sabor, que ideas sobran. Cuando la sexóloga Alexandra Rampolla dio una charla en mi Universidad hace unos años y explicó cómo poner el condón con la boca, muchas asistentes tomaban nota con los ojos y escuché a dos tipos planear la movida para el siguiente sábado. ¡Provecho, camaradas!

-Ay, compadre, pero es que no puedo olvidarme que estoy ‘plástico de por medio’ cuando tengo sexo. Se me marchita todo. 

-Bueno, tampoco podrías olvidarte de la gonorrea si se te trepa un bicho indeseado. Protéjete y sé feliz.

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Cumplida la faena, cierra el condón su ciclo y termina abatido como un pez, transparente y moribundo, repleto de vida.

Cárgalo entonces hasta el bote de basura con el honor que merecen los caídos en batalla, los superhéroes diarios que se baten a duelo contra la clamidia y la vencen, los paladines que, en un abrazo de látex, contienen el empuje terco de millones de espermatozoides.

Llévalos a dormir el sueño tranquilo de quienes saben su labor cumplida: un condón usado no merece el exilio a las calles del mundo. Siempre me angustia ver esos campeones anónimos abandonados en las aceras.

¿Necesitas ideas para darle un toque sexy al uso del condón? Pregúntanos en el foro de Hablemos de Sexo y Amor, seguro te ayudamos.

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