Chico con barba.
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Me gusta arreglarme y no soy gay

Mi amigo Arnoldo, de adolescente, fue el primero en tener pelo en las axilas y el pecho, que en los años de colegio era como ganar la lotería.

En el vestuario, se reía de nosotros, los lampiños. A la fecha yo sigo sin nada que me abrigue en ese departamento, pero Arnoldo quedó igual que yo, un día se hartó de tanta melena y se la cortó.

Claro, lo molestamos por semanas (todavía lo hacemos, aunque ya no es tan divertido), pero a él no le importa: se siente más cómodo y le parece que se ve mejor. ¿Quién va a decirle que está equivocado? El concepto del macho peludo, maloliente y tosco no es que está obsoleto, pero ya no es de cumplimiento obligatorio. Ahora se vale renunciar a ser ese vaquero pelo en pecho de las películas.

Los hombres ya no somos lo que éramos antes. Lo digo sin nostalgia, casi con optimismo. Un amigo lo adapta a su manera y dice que los hombres de antes no usaban rosado. Tiene razón.

Me imagino la que se hubiera armado hace 50 años si un tipo llegaba a una cena formal con una corbata rosa.

El viejo prejuicio de que sólo los homosexuales se preocupan por su apariencia se desploma, como también le pasa a aquel que decía que todos los gays se esmeran por ser estéticamente refinados -basta con ver a un gay-bear para darse cuenta que es un mito. En el siglo XXI aprendimos que la única manera de saber si alguien es lesbiana u homosexual es preguntárselo.

Eso ha abierto a los hombres heterosexuales un mundo enorme y, de inmediato las empresas de productos de belleza se dieron cuenta, en el departamento de ‘me veo al espejo’. Ese boom mediático que hicieron los metrosexuales la década pasada ayudó bastante, pero también los Juan y Pedro más normales se montaron en la ola.

Es incluso un asunto de imagen personal para el apareamiento, una lección aprendida de pavorreal.

El márketing social de la camisa lavadita, los zapatos embetunados y el pelo con acondicionador. En Costa Rica una popular figura de Internet habla de andar chaineado o chainearse, que supongo que fue una adaptación burdísima del inglés to shine (brillar). El asunto es que viene siendo algo así como vestirse con los trapitos para dominguear.

Pero esto de los llamados chicos narciso es, más que un acto de buscar pareja, algo de mí-conmigo. ¿Cómo me siento más cómodo con mi cuerpo? ¿Será que necesito un tratamiento de acné me ayudará, un nuevo par de zapatos o un corte de pelo? Cada vez aparecen más barberías especializadas en cortes modernos para ejecutivos, más salones de uñas dedicados a atender clientes masculinos.

 

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Una cosa debe quedar clara: esto no deja obsoletos a los hombres “clásicos”, si pueden ser llamados así. Todo lo contrario: si alguien prefiere seguir con jeans, botas y camisas de leñador, está en todo su derecho y eso es bueno. Cada quien debe encontrar esa zona donde se encuentra cómodo, aunque eso implique, como Arnoldo, quitarse el pelambre que lo hizo sentirse orgulloso hace unos años. Este negocio de vivir tiene mucho de redescubrirse.

Los hombres como yo, que todavía tenemos el pecho más tirando a lampiño que a peludo, por suerte podemos dejar de lado esa decisión, al menos por unos años más.

Entonces, ¿qué prefieres, con vello o sin vello? Cuéntanos en el foro de Hablemos de Sexo y Amor.

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