Siluetas de hombres sentados en una montaña.
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Pene, amigo, el pueblo está contigo

El pene es el peor amigo después de terminar una relación, es un calenturiento al que no le importa nada más que el sexo.

A todos nos ha pasado que regresamos con la pareja por las razones equivocadas, porque cuando la de abajo se para, la de arriba no piensa.

-Viejo, pero a vos todavía te gusta.
-Que no.
-Sí, en serio. Que ella es súper sexy y nos hace falta.
-No, ella es malvada.
-Eso es relativo, amigo. ¿Te acuerdas qué bien se veía ella desnuda por las mañanas? Dale, llámala para que se vean otra vez.

Muchas mujeres se preguntan por qué los hombres le damos un rol tan importante a nuestros penes, al punto de que los tratamos como si fueran más que un pedazo de cartílago. Tiene su explicación, primero, en la construcción social del hombre (yo macho, ser grande, pene enorme, mujer satisfecha, ‘imagine aquí ruido neandertal’), pero también algo más.

¡El desgraciado tiene voluntad propia! Uno le dice: ‘No, mijo, que ella solo es amiga’ y ahí va el terco. O cuando estaba uno en lecciones, en el colegio, que la profe preguntaba y el idiota quería levantar la mano y uno tenía que excusarse: ‘profe, me duele la panza’ hasta que otro compañero -qué hermosa es la lealtad- entendiera el problema y saltara a la pizarra aunque no supiera la respuesta.

Otro camarada

Para los hombres, el pene es, ante todo, un cómplice y un testigo. Ha estado ahí desde la primera vez que bajamos la mirada hasta nuestros pies y encontramos, perplejos, un ‘algo’ en el camino. Con el tiempo le tomamos cariño: estuvo ahí en la primera masturbación, la primera relación sexual, hasta en aquella noche horrible en que no logró ponerse en pie. Siempre estamos el uno para el otro, en las buenas y en las malas.

Ahora, eso no implica que compartamos esa hermandad profunda que muestran las películas gringas o las novelas argentinas. El pene es una herramienta y un camarada, pero conozco muy pocos tipos que les pongan nombre (no, yo no le tengo) y aun menos que sientan una devoción por su miembro.

 

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Y, ojo, nosotros sabemos que tiene sus límites. Por ejemplo, casi todos sabemos que el pene por sí solo no satisface a nadie, por lo que el tamaño no importa y es necesario esforzarse si deseamos quedar todos felices. Sabemos también que es velocista y no maratonista. Aun así, hay noches heroicas que trabaja a doble motor y uno lo agradece por un instante.

Pero luego, un segundo después, nos volvemos a la derecha y abrazamos a la chica o chico que está en la cama y la camaradería pasa a segundo plano, porque a ella es a quien queremos. Cuando termine la noche, ningún hombre que realmente quiera a la persona con quien haya tenido sexo abrazará a su pene.

Finalmente, mi consejo para las chicas es dejar de cuestionarse esto y a los chicos no intentar explicarlo, porque no hay manera real de aclararlo. No se puede evitar hablar de eso y debemos resignarnos. Por más que escriba aquí por horas, el pene -para bien o para, bueno, invariablemente para bien- siempre estará en boca de todos y todas.

Y tú, ¿le has puesto nombre, te ha quedado mal? Cuéntanos en el foro de Hablemos de Sexo y Amor. 

Recuerda que te compartimos diferentes puntos de vista, que no necesariamente representan nuestra postura, la decisión final la tomas tú.

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