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Warren Goldswain

Depilación del vello púbico con cera: dolor y placer

Ponerte patas arriba, en cuclillas, sentir que te ponen las manos en los sitios más insospechados. Sí, nos referimos a la depilación pública.

Cumplía 24 años y agradecí un poco de emoción. Esto era algo que nunca había intentado y que podía hacerme sentir bien conmigo misma. Así que ¿por qué no? Decidí regalarme una depilación púbica con cera.

Mi pelo siempre ha sido motivo de preocupación. Me empezaron a salir canas cuando era muy joven. Pero si las canas eran una maldición, el vello del resto de mi cuerpo era un auténtico fastidio. Soy muy presumida, me gusta estar guapa y el vello corporal no es nada atractivo (al menos para mi).

No quería que me desanimaran

Normalmente la gente se hace este tipo de depilación cuando se va a casar. No obstante, las chicas de residencia se la hicieron antes de acudir a una cita especial con sus novios o novias. Sin embargo, yo planeé esta aventura porque me emocionaba: era algo que no había hecho nunca.

Al igual que un soldado se prepara para la batalla, empecé a hacer los deberes. Investigué un poco, pedí recomendaciones a otros huéspedes del hostal y pregunté precios en varios salones de belleza de la zona. Traté de evitar  los relatos de mis amigos sobre lo acontecido durante una depilación púbica porque tenía miedo de que me desanimaran.

Tenía que hacer esto y escuchar detalles escabrosos que me quitarían las ganas.

Olvídate de la timidez

Por fin llegó el día. Escogí un centro de belleza decente e higiénico al que habían acudido un montón de amigos en diferentes ocasiones para depilarse con cera varias partes del cuerpo.

Cuando entré, la chica me pidió que me desnudara y me avisó de antemano: “vas a darte el gustazo de una depilación a la cera así que sobran los remilgos o la timidez”. No tengo yo muy claro que el que te arranquen el pelo de raíz sea darse un gustazo, pero quería tener la experiencia de no tener pelo.

No sé si todas las mujeres que trabajan en un salón de belleza son tan parlanchinas o esta me trató con cariño ya que durante una hora entera mientras yo aullaba/gritaba/maldecía ella continuó hablando sin inmutarse.

“Es la primera vez así que es normal que te duela. Por suerte te habías recortado un poco. Ayer nos llegó una novia que creía que esto sería tan fácil como depilarse las cejas, pero acabó convirtiéndose en algo desagradable porque casi se orina mientras la depilábamos.”

Calmantes

La siguiente hora fue probablemente la más dolorosa de mi vida. Fui muy creativa con mis maldiciones y gracias a Dios no hice nada tan vergonzoso como lo de la novia, pero para cuando todo acabó, me sentí como si me hubieran violado a conciencia. Ponerte patas arriba, en cuclillas, sentir que te ponen las manos en los sitios más insospechados para depilarte son algunos de los recuerdos más nítidos que tengo de aquella hora.

Al final, la mujer que me hizo esta gloriosa depilación a la cera, me dijo que “tenía mucho autocontrol”. Da igual que la chica con “autocontrol” apenas  pudiera andar y tuviera que tomar calmantes.

Mi cuerpo mi elección

Llegué al hotel con unos andares muy raros pero sintiéndome a gusto. No soy masoquista y no me gustó nada la experiencia de la cera, pero me encantó la sensación de limpieza. Estaba tan alucinada con esta experiencia que la compartí con mi mejor amiga, con un amigo y con mi madre. Era mi momento de gloria y obtuve reacciones tan diversas como: “No creo que quiera escuchar esto” o “¿Estás planeando tener relaciones sexuales?”

Mi única explicación es que me quise un poquito más a mi misma. Prefiero tener siempre una piel suave a una que está maldecida con un vello amazónico. Y mi elección cuenta porque es mi cuerpo y escojo seguir intentando tener una piel suave y sin vello.

Por Roli Mahajan 

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