¿Cómo hablar con tu pareja de disfunción eréctil?
El amor es algo maravilloso y tener a la persona que tienes a tu lado es el paraíso: tener alguien con quien compartir sentimientos, vivencias, problemas, bromas, dolor, placer, disfunciones sexuales…
La disfunción eréctil es un problema mundial, que no sólo afecta a la población masculina. Las mujeres también la sufrimos, aunque sea de manera indirecta.
Lo primero es saber que la disfunción sexual no es sinónimo de impotencia y si quieres que ‘tu hombre’ se recupere del susto yo no utilizaría la palabra con ‘i’. El acto sexual tiene cuatro etapas: deseo, excitación, orgasmo y resolución. Si alguna de ellas falla, tenemos un problemilla. La disfunción eréctil se da cuando se atasca la segunda fase, o sea, la excitación. El miembro masculino no logra alcanzar una erección lo suficientemente rígida para finalizar el acto sexual.
…la disfunción sexual no es sinónimo de impotencia […]
En ese momento él llora, se desespera, golpea la pared, y tú, que sí habías alcanzado tu propia ‘erección’, te quedas ahí sentada en la cama dándole golpecitos en la espalda, como quien consuela a un niño al que se le acaba de romper su juguete.
Cualquier cosa con tal de consolarlo y, además, hay que hacerlo sin pensar en tu propia frustración. Porque, a lo mejor, tienes la suerte de que le da el bajón un día que a ti no te apetecía nada tener sexo. Eso es un matrimonio bien compenetrado y de otra época, pero ¿y si a ti, mujer moderna que exiges sueldos y orgasmos igualitarios, te apetece mucho? De pronto se tiene que parar el mundo porque al amiguito no le apetece funcionar.
Momento crítico para una pareja.
Bueno, el primer consejo es que si es la primera vez que pasa, no hay que alarmarse mucho, puede ser cansancio o estrés. Hay que empezar a preocuparse cuando se repite más veces y empieza a hacerse crónica.
Las causas pueden ser físicas, psicológicas o ambas. Hay factores emocionales que afectan a la vida sexual, incluyendo problemas interpersonales y que se pueden superar. Y el problema es milenario. Los hombres se han preocupado de los problemitas de su amigo desde el inicio de los tiempos; y también sus mujeres.
La pregunta que se hace una mujer cuando su pareja tiene una disfunción eréctil es clara:
– ¿Será él o seré yo?
Así que no sólo se pone en duda su hombría, sino tu feminidad. Quizás si mañana utilizo una ropa interior más sugerente… ¡sabía que me tenía que haber apuntado a un gimnasio!
Bueno, es muy difícil definir una única causa si la erección no funciona. Por supuesto, la interacción de la pareja importa tanto como los factores médicos y psicológicos. Así que, queramos o no, toca hablar: qué hice, qué dijiste, cómo te ayudo, necesito que…
Tiene que ser una de esas conversaciones con confianza en el otro y voluntad de superar el problema.
Además, y perdón por la traición a mi sexo, pero las mujeres tenemos la manía de hacernos las protagonistas de cualquier historia y el centro deja de ser él y pasa a ser nuestro cuerpo poco atractivo, que ya no nos quiere ni nos desea o que está con otra. Sí, ahora es nuestra inseguridad y no la de él la que importa. Lo dicho, hay que hablar.
Si mañana la ropa funciona y no hay más problemas, es mejor seguir adelante. Si se hace crónico, no merece la pena gastarse el sueldo en más sostenes o sujetadores o pastillas Viagra sin prescripción, vayan con un/a especialista. Porque aquí es cuando se pone dura la cosa (bueno no, no se pone dura, ahí el problema). ¿Cómo reaccionar la segunda vez?
Sobre todo, no hay que obsesionarse porque es esa angustia la que genera más nerviosismo y el miembro no se caracteriza por soportar bien la frustración. Tampoco es buena idea compararlo con las productivas parejas anteriores o negarse a recibir ayuda. Quizás es buena idea buscar otras alternativas al placer, concentrarse más en los juegos preliminares y disfrutar el uno del otro.
El amor es maravilloso y hay que renovarlo cada día. Y la disfunción eréctil es una razón tan buena como cualquiera para acercarte a tu pareja, hablar de lo que quiere y qué se puede mejorar. Lo que no mata, hace crecer.
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